B&P

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Octavos de final - El fútbol diferenciando Paises de Paisuchos










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VGA - la casi inútil cámara del celu

En ocasiones estoy tan al pedo que le saco fotos con la miserable camara del celu a boludeces en la calle u otros lugares sin ningún propósito aparente, y de eso se trata este pedorro post:



Una ratita en Reconquista casi esquina Lavalle, cerca de donde antes laburaba, por si alguno se pregunta les comento que escapó ilesa a todos los intentos de pisada, a unos metros de hay un super chino, seguramente se refugió ahí.



Un cavernícola se rie de todos en la estación Mitre, Retiro, en realidad es el único video bueno de pearl jam, do the evolution en una pantalla gigante colocada justo antes de los molinetes por los que hay que pasar para tomarse el mugriento e incomódo tren en el que intento dormir un rato pero en cada estación se sube alguien a pedir o aun peor a cantar como un perro torturado o tocar un instrumento sin demasiada habilidad (trato de llevar siempre el mp3)


Boludez pintada en varias paredes con un stencil, debo reconocer que me cayó muy simpático el mensaje. :P



Esto estaba en la pared de un edificio, sus habitantes al parecer disfrutan de tener un edificio libre de vampiros, deber ser un alivio para esta gente poder ir a dormir sabiendo que nadie la va a asustar mordiéndole el cuello y chupándole la sangre en medio de la noche.




Simplemente una foto de la cola del supermercado donde a veces voy a comprar el almuerzo


Un ejemplo de perro con actitud, a él le gusta tirarse a dormir en el medio de la vereda de paseo colón y lo hace sin problemas, sino te gusta te corrés o vas a ser tarasconeado en el tobillo como corresponde.



Un típico retrato urbano, una niña yendo al colegio, lamentablemente salio cortada, sabrán disculparme.





Esto es algo imposible de encontrar en porteñolandia, una doble hamburguesa de verdad, como debe ser, con huevo, jamón, tomate, queso, lechuga, y a $10, en este caso acompañada con una gaseosa regional de pomelo. Si quieren una tiene que ir a SuperHot, San Martín y 20 de Junio, Godoy Cruz, Mendoza.

No hay nada mejor que un pingüino para servirse un vino tirando a baratón antes de darle a la parrillada.




Moscato, un sifoncito de soda, y lo que quedó de una porción de muzza... una tarde hambrienta en palermo, en la mejor pizzeria que he conocido desde que vivo en Capital.

Un don Nadie

Intro

La maquina de los números y letras estaba matando cierta parte de él, pero no lo notaba, nunca había usado esa parte o al menos no lo recordaba. Pasaba los días leyendo ese libro y un rato por las noches en el balcón de su habitación del 3º piso tratando de contar las estrellas que se podían ver desde donde estaba. Siempre estaba con el libro, es lo que hace la gente importante le dijeron; y lo creyó porque lo decía el profesor, el viejo gordo de pullover, y porque lo decía el autor del libro azul, un señor del norte, de un pais importante.En el norte todo es mejor, todos son más inteligentes; al menos así lo había creído siempre, porque todo el mundo lo decía, todos se querían ir al norte.
Muchas veces la maquina no le respondía haciéndolo sentir triste y algo solo, con ganas de lagrimear un rato, hasta dudaba pensando sino perdía demasiado el tiempo con esa máquina y memorizando los códigos alfanuméricos. Luego se decía a si mismo:
- No hay que estar triste, es malo estar triste, a nadie le gustan las personas tristes, a mamá no le gusta verme así.
Entonces imaginaba al viejo gordo junto a su mamá riendo felices y a él recitando de memoria los códigos, vestido con corbata y camisa, bien peinado todo para un costado, también imaginaba mucha gente aplaudiendo en un gran salón, asombrados con sus conocimientos, y hasta el señor del norte lo felicitaba por ser su mejor discípulo; eso lo hacia querer seguir y así pasaba los días, ayudando en las cosas del hogar a su madre, leyendo el libro azul, practicando con la maquina y memorizando los códigos.
Algo que también lo ponía triste era que cuando le preguntaba a su madre por su ausente padre al que nunca había conocido siempre recibía respuestas confusas o incongruentes con lo que le habían contestado en ocasiones anteriores y si insistía la vieja se ponía a llorar y se metía en su pieza.


Ella golpeó la puerta

Hubo un día en que alguien golpeo a la puerta, era Helena, una chica del edificio que hacia que él se diera vuelta para mirarla las veces que se la encontraba, cuando la miraba dejaba de pensar por un momento en sus asuntos de siempre y le producía una erección instantánea.
Su mamá decía que esa chica no se vestía como debía y que siempre andaba en la calle muy tarde..Que sus padres no se ocupaban de ella, que tenía "malas juntas” y muchas cosas más a las que él no contestaba.
- Por suerte mamá no está en casa – Pensó.
Ella saludó con un “hola” bastante seco, entró sin pedir permiso y le pidió prestado un libro de matemáticas del secundario.
Era su oportunidad de asombrar a Helena, de mostrarle todo lo que sabía y el gran futuro que le esperaba. Le habló de la máquina, de los códigos, del profesor viejo y gordo, del señor del norte del libro y le dijo que un día se iría el también para el norte porque iba a estudiar mucho. Ella lo escuchaba sin mucha atención, distraída mirando los pocos objetos de la habitación, simplemente quería agarrar el libro e irse; pero él insistía, no paraba de hablar, quería llamar su atención y le parecía que todo lo que explicaba debía resultarle muy interesante a ella.
Helena ya cansada de la situación lo interrumpió:

- ¿Para que me contás todo eso?

Era una pregunta frontal y obvia pero que hizo que toda su lógica quedara en un stand by, no sabía que responder a esa simple pregunta, era como una sinceridad brutal; después de unos segundos le salio por la boca lo primero que se le vino a la cabeza.
- Creo que es porque de alguna manera me interesás, me gustás....creo...no se.
Después de decir eso se sintió bastante estúpido, casi no la conocía, pensó que había sido muy atrevida y audaz su respuesta, que se había excedido y quizás de alguna manera hasta le había faltado el respeto a Helena.
Ella no se inmutó en lo mas mínimo, solo le dijo:
- Mirá, la verdad que casi ni nos conocemos bien, no hablamos nunca....
Él estaba cada vez mas nervioso.
- Yo solo te contesté lo que me preguntaste, igual me podés conocer si querés, yo te quisiera conocer mejor, se que te gusta mucho la música..mirá acá tengo casi todos los discos de los Beatles, si te parece pongo alguno....
- No, dejá…che, mejor te lo pido otro día el libro, estas como nervioso o por ahí te interrumpí algo...y no hay apuro con eso.
- NO! NO!...llevalo......después me lo devolvés...cuando querás podés venir y me lo devolvés..
- Ay...es que la verdad preferiría que no, se lo puedo pedir a otro, solo que vos estabas mas cerca y me imaginé que tenías muchos libros, ¿entendés?,.pero ya fue...bye!
Helena se fue cerrando la puerta dejándolo en un estado de total vulnerabilidad, se sentía el más despreciable de los seres; a ella la veía como en un altar, tan fuera de su alcance, con ese pelo lacio castaño, esos ojos verdes/amarronados algo enrojecidos, la vieja campera negra de cuero con letras blancas que rezaban en el costado izquierdo "sexy death", la camisa blanca/transparente que dejaba ver ese corpiño rojo que no impedía notar los puntudos pezones, esa cintura mínima que parecía que se podía agarrar con una sola mano, y una mini falda negra vinílica con la que parecía que siempre estaba a punto de verse la bombacha.
Después la imaginó leyendo el libro con algún otro que se lo prestara y teniendo sexo con ese otro, después con muchos más, con casi todos los hombres que conocía, excepto con él; él era feo y raro.. se ponía nervioso por todo... Se preguntó como podía ser que Helena hubiera ignorado su charla de la maquina, los códigos y lo de vivir en el norte; eso impresionaba a todos, a su mamá, a sus tíos, al viejo de pullover y a sus compañeros de clase, cada vez que hablaba de eso todos lo escuchaban con atención; pero a ella parecía no importarle.
Esa noche no cenó ni vio ese programa en que construyen autos con chatarras de basureros que siempre veía, tampoco el mensaje del sacerdote cerrando la transmisión, solo se encerró en su habitación, la maquina le arrojaba rápidamente números y letras con furia, y el libro azul parecía mas interminable que nunca y el gato subido a su cama intentaba frotarse el pene contra la colcha inútilmente, se acordó de aquella vez en que él se había empezado a tocar el pene en la cama y su madre lo había sorprendido, la vieja le pegó bastante fuerte con una vara de plástico que tenia guardada en el roperito del fondo y luego lo mandó a un retiro espiritual de la iglesia “San Cayetano” que estaba a pocas cuadras. Nunca se le ocurrió contradecir a su madre, por lo que aceptó sin quejas el viajecito religioso. Le tenía bastante miedo a la vieja y no era para menos, era una mujer que aparentaba más años de los que tenía y su actitud en general era muy agresiva y masculina, mucha gente dudaba de que estuviera mentalmente sana, él sabía que guardaba dentro de un costurero un arma de fuego no muy grande, siempre estaba cargada, la mujer sufría en ocasiones ataques paranoicos al escuchar cualquier ruido en el departamento, entonces abría el costurero y la sostenía en su mano un rato, con eso se sentía mas tranquila, aunque nunca había disparado.
Finalmente llegó el día del retiro y partió en micro junto con un montón de pibes que solo conocía por verlos los domingos durante la misa, este viaje le dejó en su mente hechos que jamás pudo borrar; en la carpa donde dormía le habían querido sacar la ropa y tocarlo, otros chicos simplemente lo golpearon sin motivo.
Después de todo eso nunca más se masturbó en su habitación, lo hacía de vez en cuando en el baño procurando ser higiénico y no dejar “rastros” del detestable acto cometido.
Cuando volvió del retiro estaba inscripto en una especie de curso de artes marciales, su madre le dijo que eso era bueno porque así se mantendría alejado de pensamientos raros, el primer día que fue notó que ahí también estaban varios de los que lo habían querido tocar en el retiro, por lo que a pesar del miedo que le daba desobedecer decidió no entrar. Nunca fue a una clase, esos días se iba hasta la plaza del barrio que estaba casi en frente de su casa sin miedo de que lo viera su madre porque estaba trabajando en la planta de frutas secas, ella casi no hablaba con nadie en el barrio y menos de él. Iba con el libro azul y compraba maíz inflado para arrojarle a los patos del laguito sentado en un banco de madera algo maltrecho, al costado del lago estaban tiradas algunas jeringas que habían usado para drogarse los amigos de Helena a la noche, los “chicos de negro” como les decían casi todos los vecinos, él los había visto cuando a veces pasaba en el auto con su madre yendo a comprar la cena al centro , también habían latas de energizantes, botellas de vino, licores, vodka y de cualquier tipo de bebida alcohólica.


Una Madrugada Fatal

La máquina rogaba atención lanzando códigos indescifrables, el libro se había engrosado notablemente y el gato ya había desistido de fornicarse a la colcha.
Él escuchaba una y otra vez la voz de Helena que le decía cosas como "sos feo así que no te ilusionés conmigo", "hace un montón que vivimos cerca pero ni te conozco", después recordó las palabras de de su madre cuando lo agarro 'in fraganti' masturbándose:
- Qué estás haciendo nene!! por dios santo!!
Las del señor viejo de pullover:
- Hay que pensar de un modo coherente y estructurado ante las situaciones criticas para tomar la decisión correcta.
Las de los chicos que lo querían tocar
- Vení, no seas tímido lindo, vas a ver que te va a gustar
Y por último la voz distorsionada en inglés de la música de los amigos de Helena en la plaza que había escuchado al pasar en el auto
- ..your god is dead...and no one cares! ....

La única música en inglés que escuchaba él era la de los beatles, rolling stones y creedence. Esos eran los discos que tenia su madre junto a los de música clásica y que según ella eran insuperables; también tenia otros de los Les Luthiers que ya había escuchado cientos de veces pero que cada vez que lo hacia le seguían pareciendo graciosos.

Todas esas voces y recuerdos le daban vueltas por la cabeza dejándolo en un estado que nunca antes había experimentado.
Recordó una noche que al pasar por la plaza vio a Helena con uno de sus amigos, el tenía las manos por debajo de la falda de ella y los pantalones algo bajados; mientras se besaban parecía que sus lenguas se iban a anudar, ella gemía sin ninguna inhibición, pensó en que él nunca iba a poder hacerle algo así, jamas iba a hacerla gemir de esa manera, muchos podrían hacerlo y para ellos no era nada difícil, incluso la había visto besarse con otras chicas, pero él nunca iba a poder. Eso no salía en el libro azul, ni se lo iba a decir su mamá, ni el señor viejo gordo de pullover, ni el escritor del libro en el norte, ni sus compañeros de clase. Simplemente nunca pasaría y eso lo sacaba totalmente. No importaba que su mamá dijera que todos esos se arruinaban la vida con las jeringas, con el alcohol y andando tarde a la noche por la calle. Siempre ellos se veían mas felices que él, a ellos no les importaba lo que su madre pensara, para los chicos de negro era solo una vieja loca obesa ridícula machona con el pelo mal teñido y así se lo habían dicho muchas veces. Él lo había pensado pero nunca se lo diría, nunca le diría tampoco que no le gustaba levantarse a las 10 los domingos para ir a la iglesia, que sería capaz de cagarse en la santa trinidad si con eso pudiera lograr aunque sea tocarle las tetas a Helena.
Su mamá le decía siempre que esos chicos eran vulgares y que él era especial...único, analizando esas palabras detenidamente se dio cuenta de que él no era el único que leía el libro azul, ni el único que sabia manejar la máquina, no era nada especial, habían muchos iguales y seguramente muchos mejores, muchos a los que la gente aplaudiría mas, muchos que harían que su madre le dijera:
- Así tendrías que ser vos...¿porque no pudiste ser así?...si yo te di todo ...¡¡todo!!...¡mal hijo!!
Muchos que complacerían mas al viejo gordo de pullover y serían mejores discípulos del señor del norte.
Él en realidad ni siquiera era raro, era de lo más común y no sabia hacer nada mas que eso, eso era lo que había hecho toda su vida, no tomaba, no besaba ni hacia gemir a nadie.
Su estado de confusión se convirtió en un sentimiento de odio e impotencia. Al ver como se engrosaba el libro lo agarró y empezó a romperlo todo, desde el prologo hasta el índice final, después tomó su cuaderno con los códigos e hizo lo mismo, con una silla metálica despedazó a golpes la máquina que se resistió hasta el final a destruirse. Luego se acostó y empezó a tocarse, se masturbó incontables veces en su cama, ensuciando las sábanas y sus manos, de alguna forma deseaba que su madre viniera y lo viera.. Salió casi desnudo al balcón en el que comúnmente contaba las estrellas y miro hacia la plaza que estaba cerca, se veía al mismo grupito de siempre de "los chicos de negro"; ellos solo desaparecían los fines de semana, ese miércoles como todos los días de semana estaban ahí inyectándose, fumando, tomando, hablando. Helena en esta ocasión estaba con el alto que era mas o menos corpulento y de pelo largo; el que él menos se bancaba, lo veía mas o menos seguido porque iban a la misma facultad, cada vez que se cruzaban el tipo lo miraba de una manera despectiva que lo hacia sentirse una bosta, y él solo bajaba la vista y seguía caminando, ni siquiera una vez lo había saludado ni de compromiso.
Estaba en lo mas profundo de su crisis, grito entonces desde el balcón: "Helena!!" varias veces, después de un rato ella se dio cuenta, se acerco a la casa acompañada por su chico, se sorprendió al verlo casi desnudo pero igual le dijo lo mas alto que pudo con su voz algo ronca :"¿Que querés?", mientras todos los otros sonreían en la plaza.
El respondió: "¿sabés lo que quiero?...estar con vos...eso quiero!!", las carcajadas no tardaron en llegar; igual Helena le dijo:
- Es muy fácil solo tenés que bajar y venir con nosotros
- No puedo, mamá me va a ver salir y se va a enojar
Las risas aumentaban, Helena volvió a hablarle aunque esta vez entre algunas carcajadas:
- Bajá por la escalera que esta pegada a la pared, la que usan los de los servicios para hacer arreglos.
Lo pensó un rato, le daba miedo muchas veces el solo hecho de salir al balcón, el edificio era antiguo, y esas escaleras no se usaban casi nunca. Justo en ese momento dio una mirada hacia abajo y vio a helena con su chico besándose, tocándose. Sin pensarlo empezó a bajar por la vieja escalera, cuando iba por el segundo escalón intentó sujetarse con su mano para sostenerse mejor, pero el semen que le había quedado entre los dedos hizo que resbalara y cayera desde ahí directo en la vereda a unos metros de Helena, al instante tanto ella como los chicos de negro desaparecieron. Se acercó un auto cuyo conductor había visto la caída, tocó el timbre del edificio y al rato estaba la ambulancia que lo llevó al hospital público mas cercano, donde después de varias radiografías y diagnósticos le dijeron que se había quebrado la columna vertebral y no tenía sensibilidad de la cintura para abajo.

Consecuencias:

Confinado a la silla de ruedas se dedicó a terminar con el libro azul, los códigos y la máquina.
El viejo gordo de pullover le decía que no era de gran importancia lo que le había pasado, que sus piernas no le iban a ser nunca tan útiles como su mente, con el tiempo siguió leyendo otros libros y viajo al norte a trabajar unos años en un puesto no muy importante gracias a una beca que le fue otorgada en gran parte por ser un lisiado, pero más allá de todo eso el hecho de que su hijo trabajara en el extranjero hacia que la madre desbordara de alegría.
Una vez finalizada la beca volvió sin pena ni gloría y consiguió un puesto más o menos acomodado en una pequeña empresa local no demasiado importante, él puesto en realidad no le molestaba en lo más mínimo y no tenia ambiciones económicas más allá de lo que ganaba, pero algo que le retorcía la mente era que uno de los supervisores era el que alguna vez fue el chico corpulento de pelo largo que estaba esa madrugada con Helena, este seguía arrojándole la misma mirada solo que ahora se le agregaba una sonrisa sarcástica, cada día odiaba más esa sonrisa y lo invadía la envidia que sentía porque el tipo había estado con Helena y él no.
En el trabajo hablaba seguido con una mina que iba a llevar café, era gordita, bastante tonta y se hacía la simpática con casi todos los de la oficina, parecía no importarle su discapacidad, con el tiempo la empezó a invitar los fines de semana a su casa y aunque no era muy interesante se dio cuenta que era lo único que tenía e iba a tener. La mina pasaba la mayor parte del tiempo en la casa tomando mate y viendo novelas con la vieja. Después de unos meses le pidió matrimonio y finalmente se casaron en la iglesia “san Cayetano” , la madre tenía mucho más entusiasmo que él durante la ceremonia y la gordita no podía creer que después de los 30 había por fin encontrado por fin un marido bien acomodado.
Un día cualquiera leyendo el diario en la oficina, vio una foto de Helena en un pequeño cuadrito de la sección espectáculos, ella durante todos estos años estuvo en diversas bandas como vocalista y hasta había alcanzado cierta trascendencia con la última, pero la nota del diario en este caso hablaba de que la cantante había sufrido un infarto mientras mantenía relaciones sexuales y de que habían rumores de que se trataba en realidad de una sobredosis.
- ...y nunca te pude coger, puta de mierda - Dijo casi susurrando.
Pasaron años de rutina, trabajo, tv, libros, misas, tratamientos fallidos para recuperar la movilidad, vinieron algunas arrugas, canas, calvicie y aburridas tardes de domingo junto a la vieja y a su esposa. En una de esas tardes se puso a pensar más que de costumbre, reflexionó solitario en la pieza sobre su vida durante horas y finalmente tomó la decisión.
Su esposa y la vieja habían salido de compras, fue hasta el mueble donde estaba el viejo costurero, extrajo el arma que como de costumbre estaba cargada, sacó el seguro y se puso el caño en la sien, miró hacia abajo sus fláccidas débiles piernas y el inútil bulto de su pene en el pantalón, luego tiró del gatillo. La mano se movió demasiado y la bala prácticamente le arrancó gran parte de la nariz y el pómulo, dio un terrible grito. A pesar del susto no se rindió, estaba decidido, al menos esto tenía que salirle bien; esta vez abrió la boca y puso el caño casi tocándole el paladar, sentía la sangre chorreando desde la cara por todo el cuello, tomó aire y se perforó finalmente el cerebro con plomo.
Al funeral solamente asistieron su madre, su esposa y el viejo gordo de pullover.
Aproximadamente un año después del suicidio, la esposa y la madre decidieron "blanquear" su relación lésbica que en realidad llevaba mucho tiempo, casándose en el extranjero, disfrutando de la pensión y seguro que habían cobrado.